Qué hacer cuando al final de la película tan esperada, tan
ansiosamente observada se termina, solo quedan las letras blancas en el fondo
negro, rodando hacia el cielo, hacia dónde no puedes ir a mirar…
Cuando el telón cae, no quedan más que los actores desnudos
y huesudos, las sonrisas brillantes se desvanecen, la falsa desaparece. ¿Dónde
queda el espectador?, ¿Dónde está el lugar para las preguntas sobre el qué
sucedió…?.
No sé qué soy, actor, espectador o simplemente ¿estoy
haciendo de mi vida una pantomima?. Pero me siento como Pagliacci, al final de
la obra tratando de no olvidar que se trata de un teatro para no mezclar con la
realidad de mi frustrada situación.
Cuando te habéis bebido el antídoto de la verdad de “la
verdad”, te resulta como un poderoso veneno que invade tus venas, te confunde y
deja perplejo. Todo ha vuelto a girar a
mi alrededor. Será por eso que inconscientemente he tratado de extraerme de
esto, pero no soporto la realidad, me siento atada, entre jaulas sin poder
abrir mis alas.
¿Qué hacer cuando toda tu familia está adoctrinada a una
falsa?, un familiar ha sido “expulsado”, he tratado de animarle, pero al
mencionar esto a otro pariente –ejemplo de santurronería en la congregación,
que ha sudado la camiseta literalmente; pero a costa de la cordura de los
miserables que hemos tenido que soportarle toda la vida…-, reaccionó como si
hubiese ido a entrevistarme personalmente con el mismísimo Satanás. No es justo, pobrecillo, todos son conscientes
que está siendo víctima de ancianos conspiradores y solapadores de quién más le
conviene, pero aún así, no tiene contemplación en decir que por su condición de
desasociado no tiene derecho a la palabra de un familiar. Por Dios, ¡Qué
estupidez tan grande!, esa persona no tiene nadie en este mundo, sólo a su
familia, y si nosotros le volteamos la cara ¿dónde puede ir en busca de
consuelo?. Tengo que admitir que cuando vi la reacción de este pariente “santo”
me dio tanta rabia, pero contuve la respiración y creo haber reaccionado
inteligentemente. De todas formas la indignación me cunde.
¿Se imaginan lo que haría mi familia conmigo si decidiera
renunciar a esta falsa?. Perdería todo, y soy demasiado cobarde para perder lo
poco que tengo. Quizá, y lo deseo de corazón, cuando mis parientes más amados y
ya envejecidos, duerman en la muerte, tendré el valor que me falta. No deseo
anticiparles la muerte de ninguna manera. Mientras tanto, tengo que seguir en
esta laguna mental en la que me he metido, vivir en la penumbra, seguir
investigando para quedarme en silencio. Saliendo a engañar a la gente con un
cuento que ya yo no lo creo.
Hay días que sólo quisiera salir corriendo a la cima de una
montaña y gritar, gritar “¿Por qué Dios?” como si gritando conseguiría que El
me escuche. Por qué tanto engaño, por qué tanto dolor en el mundo, por qué tanta
conspiración justamente en dónde uno espera claridad, por qué la felicidad y
libertad es sólo para unos cuantos. Por qué tuve que nacer en una familia que
cree ciegamente en una mentira. La religión siempre ha sido y será el opio de
los pueblos, de los pueblos vagos que les encanta recibir la información ya
procesada, en dónde en dos líneas se limita a decirte que debes creer , de qué
color es Dios.
Ahí, de nuevo estoy, en medio de tantas desvariaciones, de
tantas preguntas sin respuestas, y lo
peor, con todas las ganas del mundo por investigar, por sentarme en una biblioteca
y devorarme los libros en busca de una respuesta. Pero las cadenas me atan, no
tengo tiempo ni para mi, y los días pasan y cada vez me siento con más
frustración. Tomo un libro a fin de
investigar, pero en casa todos les es molesto que lea información no “teocrática”,
así que me ponen deberes para que les ayude con discursos, partes…, y para no
echar por suelo mi papel de “Pagliacci”, me veo trabajando en endulzar palabras
para que otros crean lo que yo no. Se ha vuelto algo cíclico, y temo por el día
que reviente y diga, no más.
No más…